Desde las vacaciones de verano, los chicos y chicas de octavo curso habían estado estudiando el tema del islam. La excursión a la mezquita puso el broche final a la serie de lecciones. Los casi cuatro kilómetros hasta la calle Burgstraße de Gronau se recorrieron rápidamente en bicicleta y la clase ya se encontraba frente a un edificio que a primera vista no parecía un lugar de culto. Tres miembros de la comunidad islámica recibieron calurosamente al grupo en la entrada y comenzaron explicando que el edificio era originalmente una floristería que fue convertida en mezquita por los propios miembros de la comunidad.
Durante la visita a la mezquita, los alumnos se dieron cuenta rápidamente de lo diferente que es el diseño de un lugar de culto islámico en comparación con una iglesia cristiana. En lugar de techos altos, ventanas de colores y bancos instalados permanentemente, les recibió una sala amplia y luminosa con una acogedora alfombra de oración donde los fieles se reúnen para rezar. Otra diferencia: sólo había unos pocos asientos en el borde de la sala, y estaban destinados exclusivamente a los miembros ancianos o enfermos de la congregación. La mayoría de los fieles rezaban de pie, sentados o inclinándose directamente sobre la alfombra, una forma de oración físicamente activa que era nueva para muchos jóvenes. También se habló de la separación espacial entre hombres y mujeres durante la oración. La clase se enteró de que las mujeres rezan en una zona separada para permitir la paz y la concentración. Esta disposición fue acogida con interés y estimuló los debates sobre las diferentes tradiciones religiosas y su importancia en la vida cotidiana.
A pesar de las diferencias en la arquitectura y los procedimientos, los alumnos también descubrieron muchas similitudes entre el islam y el cristianismo. Ambas religiones adoran al Dios único y conceden gran importancia al culto y a la oración como componentes centrales de la vida religiosa. Tanto la Biblia como el Corán se consideran escrituras sagradas que proporcionan guía y consuelo. El respeto por la creación, el amor al prójimo y la búsqueda de una vida moralmente responsable también unen a las dos religiones. A los jóvenes les impresionó especialmente la fuerza con la que valores éticos como la compasión, la justicia y la humanidad ocupan un lugar central, independientemente de las diferencias religiosas.

